LOS PUEBLOS NOS INDICAN EL CAMINO.
Toda la transición he leído y escuchado que era imprescindible la
llamada “unidad de la izquierda” para tener opciones de transformar la vida de
los mas necesitados, de los mas desfavorecidos. Pareciera que esa unidad fuese la
panacea del cambio político y social en nuestro país. Que es el único y posible
camino para ganar un gobierno, pero desde mi punto de vista, esta afirmación o tesis
tiene poco de objetivo y aún menos de acertada. Basta con responder a un par de preguntas
para comprender que esta teoría de frentes, coaliciones, no alcanzaron nunca, la
confianza de los ciudadanos y no conectó nunca con los mismos. ¿Cuántos frentes de
izquierda conocemos que hayan tenido éxito en la historia de la Europa
democrática? Ninguno, no existe antecedente. ¿Cuántas veces ha fracasado esa
fórmula en la transición española hasta nuestros días? Cuatro. Frutos y Almunia
ya lo intentaron, después Anguita, después Unidas Podemos y en el sur, Adelante
Andalucía. En todos se hizo un esfuerzo de incorporación de las sensibilidades
sociales, ecología, feminismo, pacifismo, humanismo, etc., y en los últimos
tiempos, hasta se incorpora el nacionalismo (que ha sido antagónico con los
postulados de las izquierdas internacionalistas) para ampliar la base
electoral sin resultado positivo alguno. Todos han significado un retroceso en
lo que a representación institucional y organización popular se refiere.
¿Por qué seguimos empecinados entonces
en esa fórmula que no tiene aceptación popular? .
Los partidos de la llamada izquierda son dogmáticos. Es decir,
defienden (legítimamente) unas teorías elaboradas en otros tiempos y las siguen como al faro
que indica el camino en las oscuridad. Se dotan de pensadores, de retóricos
intelectuales, de analistas, desde mi humilde opinión, para acomodar la realidad política y social actual a
sus conceptos, a sus intereses ideológicos, pero ni el cambio ni la transformación han avanzado con ellos, esto
si es constatable, desde hace más de 35 años.
Lo curioso es que esta
izquierda heredada de la transición, se pasa la vida buscando síntomas, vislumbrando
hechos, referentes sociales, políticos y culturales que ayuden a reconocer el
camino correcto a seguir y sin embargo, han pasado de puntillas, como no queriendo
ver, que un 15 de mayo del 2011, hubo un estallido social que dio un “puñetazo
en la mesa”, para marcarnos el camino a seguir.
El mayor referente político y social de la
historia de la democracia europea estallaba en nuestro país con un aplastante apoyo y mantenido en el tiempo.
¿No debiera ser esta clara y
contundente manifestación popular el mayor y mas nítido referente a seguir si
se pretende conectar con una mayoría social que posibilite el cambio incluso
para esa izquierda dogmática?. A mi juicio si.
El 15M mostró el camino a
seguir de todos los que creemos en la transformación social y política, pero no coincide con las tesis dogmáticas de la izquierda tradicional.
¿Como
aceptar los planteamientos de un movimiento social que los conduce a un proceso
de regeneración que no están dispuestos a atravesar?
Este movimiento popular, tuvo
grandes enemigos y no solo entre las derechas y los poderes fácticos, sino
también en una izquierda anquilosada y caduca, que pretende opacarlo, que pasa de
puntillas, con miedo analítico ante un pronunciamiento popular de dimensiones gigantescas que ha influido en el
conjunto del planeta y que debiera ser su norte.
Desde mi humilde opinión, el camino lo marcan los pueblos
cuando se manifiestan de modo masivo. Lo contrario, los dogmas, nos han
conducido al testimonialismo político y a la esclerosis organizativa la mayor parte de nuestra historia democrática.
El 15M
iluminó un camino enorme, el de la organización popular en los territorios, en
las plazas, el de la solidaridad vecinal, el del empoderamiento popular que
nada tiene que ver con las coaliciones electorales de partidos creadas por
arriba, que nada tiene que ver con las sopas de siglas ni con los frentes de
izquierda ya ensayados y fracasados.
Nos abrió el camino de la trasversalidad
popular que suma, el del sometimiento al asamblearismo, el de la articulación en
círculos territoriales, de la revocación, de la solidaridad vecinal... y cuanto mas nos alejamos de ese
enorme faro, más fracasamos en nuestros intentos de cambio político y social.
Nunca es tarde para rectificar.
Un saludo.
Miguel Aguilera.
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